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Ramón y Alex me despertaron suavemente. No se cuánto tiempo habrá pasado pero el sol ya estaba oculto y el parque se cubría de oscuridad. Me acompañaron a casa en donde se despidieron prometiendo volver al día siguiente. Subí las escaleras y dormí pesadamente.
Desperté justo a tiempo para ir a la escuela. Ramón se me acercó y preguntó cómo estaba todo. Por primera vez desde la muerte de Josué acepté que lo echaba de menos. Normalmente ambos nos hubiéramos sentido incómodos de hablar sobre nuestros sentimientos (teníamos 8 años, después de todo), pero había tanto qué decir que las palabras fluyeron solas. Hablamos durante los 30 minutos del recreo y quedamos de acuerdo para vernos en el parque de la Luz más tarde. Yo pasaría por Alex y haríamos una ceremonia en honor a Josué. Entré de nuevo a clases sintiéndome liberado. Desde que Josué murió sentía una bola de nueve haciéndose cada vez más grande en mi interior y por algún motivo, creo que la empujé sobre el borde del abismo; no me sentía feliz pues extrañaba enormemente a mi hermano, pero sí creo que sentía paz. El mundo se abrió de nuevo y decidí salir a él.
En casa las cosas también cambiaron. Papá se fue y mamá no tuvo más opción que hacerse cargo de la situacion. Se levantaba temprano para limpiar la casa y hacer el desayuno. Por las tardes asistía a estudios de la Biblia y arreglaba el jardín. Comíamos juntos todos los días y por las noches veíamos televisión. Si alguien nos hubiera observado, habría notado nuestra total falta de comunicación verbal: pero creo que entre ambos había un acuerdo tácito que nos permitía seguir con la rutina. Cada esfuerzo, cada día, cada muestra de iniciativa era nuestro modo de decir "vamos a intentar salir de ésta".
Pocas semanas después, mamá encendió la radio mientras limpiaba la cocina y al tercer día tarareaba algunas canciones. Para entonces papá comía en casa con nosotros tres veces a la semana y después ambos charlaban durante un par de horas. Papá había vuelto para disculparse pero tendría que ganarse el perdón poco a poco. Al final del día, papá se iba y quedábamos de nuevo mamá y yo; aun con nuestro acuerdo tácito, pero reforzándolo ahora con palabras, e incluso a veces con abrazos.
Tomado de un diario local.
23 de octubre de 1992.
Una mujer de nombre Abigail Salas fue encontrada muerta en el parque público de la Luz en la madrugada del jueves por un empleado de mantenimiento. La mujer de 76 años fue vista con vida por última vez en la Iglesia de San Benito a las 21 horas. En su camino de vuelta a casa atravesó dicho parque donde fue interceptada por dos jóvenes quienes, después de despojarla de sus pertenencias, la amordazaron y arrastraron hasta el área boscosa del parque donde fue asesinada brutalmente.
Una cámara de vigilancia captó a los agresores asaltando y derribando a la ahora difunta. Sin embargo no existe evidencia de lo ocurrido después. Aun así, la policía ha identificado a 2 sospechosos de 16 y 17 años quienes se encuentran detenidos mientras se comprueba su inocencia o culpabilidad en los hechos.
La señora Salas era una dama voluntaria de la Iglesia. Mamá dijo que era seria pero agradable y la encargada de organizar las visitas a los centros de rehabilitación. El domingo siguiente mamá me llevó a misa en donde el sacerdote mostró su apoyo a la familia de la señora Salas y criticó duramente la falta de valores de la juventud de hoy. El juicio contra los dos chicos continuó.
26 de octubre de 1992.
... Los jóvenes sospechosos del asesinato de la señora mayor Abigail Salas el pasado miércoles en el parque de la Luz se declaran inocentes de los hechos sucitados aun cuando existe fuerte evidencia en su contra. Admiten haber asaltado y llevado a la occisa a la zona boscosa del parque, pero aseguran no ser responsables de su muerte.
El abogado defensor en el caso pide cambien los cargos a asalto a mano armada; en caso de concederse la modificación, ambos menores solo serían sentenciados a 40 horas de trabajo comunitario. El fiscal asegura que la petición será rebocada y los jóvenes serán tratados en juicio como mayores de edad por lo que recibirían la pena máxima. "Exigimos justicia" dice Martha Sosa Salas, hija de la víctima.
La noticia de la muerte de la señora Salas estaba en boca de todos y, aunque mamá me prohibió volver al parque de la Luz, Alex, Ramón y yo seguíamos frecuentándolo; después de todo, el parque de la Luz era nuesto refugio; ésto claro, hasta que los asesinatos empezaron de nuevo.
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